La optimización del uso de los recursos naturales con una tasa de renovación lenta empieza a estar al fin en el punto de mira del desarrollo sostenible. El suelo fértil está dentro de esta categoría de recursos, y por suerte cada vez existen más técnicas que ponen en valor la necesidad de mantener su calidad y propiedades. La siembra directa, la agricultura orgánica y la agricultura regenerativa son algunos ejemplos de técnicas que ayudan a la conservación del suelo.
En el caso de la agricultura regenerativa, uno de los objetivos es la rehabilitación del suelo que ayuda a alargar su productividad durante el mayor tiempo posible. De esta forma no se cuida únicamente el terreno de cultivo, sino que además se evita la expansión a nuevas áreas, evitando la deforestación y ayudando a mantener la biodiversidad. Además, parte de la utilidad de esta práctica radica no solamente en el mantenimiento de parcelas cultivadas, sino también en la recuperación de territorios en desuso lo que incluye reforestación, restauración de turberas o fortificación de zonas de amortiguamiento, por lo que sus beneficios ecológicos son muy altos.
Con estas guías el objetivo es garantizar ciclos de agricultura regenerativa año tras año, sin embargo, no son universales y sus combinaciones son adaptables a la situación de cada cultivo.
Los impactos positivos de la agricultura regenerativa no se limitan a aumentar la fertilidad del suelo. Al tratarse de plantaciones y evitar emisiones a la atmósfera, también incluyen la captación y fijación de carbono; gracias al menor uso de sustancias químicas artificiales, contribuye a la reducción de la contaminación de agua y terreno; y, por supuesto, los hábitats naturales preservados, son una condición necesaria para la preservación de la biodiversidad.
Uno de los desafíos a los que se enfrenta actualmente esta práctica es la reducción de beneficios en comparación con la agricultura industrial o intensiva. Sin embargo, cada vez es más evidente que es necesario un cambio hacia un modelo de producción más respetuoso con el propio campo. Debido a esto, cada vez más agricultores optan por una labranza más sostenible, aprovechando la combinación de métodos tradicionales con los nuevos descubrimientos científicos que ayudan a apoyar las necesidades alimentarias mundiales teniendo en cuenta las futuras generaciones.
Esto es debido en parte a que un suelo consolidado y maduro pierde menos nutrientes y propiedades si mantiene su vegetación todo el año gracias a la acción de las raíces de los vegetales, lo que favorece a su vez una mayor riqueza de la fauna y microorganismos beneficiosos que reciclan materia de deshecho y airean las capas superficiales del terreno.
Esta materia orgánica acumulada no sólo es fertilizante sino que también ayuda a mantener la humedad del suelo mejorando la retención de agua en condiciones de sequía.
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